El problema del trigo en la Argentina

El problema del trigo en la Argentina*

En la Argentina nunca faltó trigo para el pan.

Con la salida de la convertibilidad, a comienzos de 2002, el gobierno de entonces decide reimplantar los derechos de exportación (retenciones) sobre los principales productos agropecuarios. Esta medida, anunciada como de carácter transitoria, afecta, entre otros, al trigo, al maíz, el girasol y la soja.

Con un ajuste sustancial al comienzo de la etapa, en abril de 2002, las alícuotas entonces establecidas se mantuvieron sin cambios hasta noviembre de 2007. A partir de allí se efectuaron sucesivos ajustes, incluyendo la recordada Resolución 125. Los derechos de exportación recortan el ingreso que reciben los productores, ya que los compradores, tanto exportadores como del consumo interno descuentan los mismos del precio que le pagan al productor. Desde su reimplantación hasta el presente el campo aportó por derechos de exportación más de 35.000 millones de dólares, de los cuales, aproximadamente 29.000 millones de dólares corresponden a los granos.

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Pero las “retenciones” son sólo una parte del problema ya que el gobierno implementó una serie de medidas que dieron por resultado la destrucción de la producción de uno de los emblemas de la agricultura argentina: el trigo, y que pone en peligro granos como el maíz y el girasol.

*Resumen de la presentacion hecha por Carlos Regulo Etchepare en el teatro Brodway durante la jornada “Más trigo para más pan”, organizada por la Mesa de Enlace Nacional.

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Para entender esta realidad es necesario conocer que tradicionalmente la argentina venía produciendo unas 16 millones de toneladas de trigo de las cuales alrededor de 5 se consumían internamente y el resto se destinaba a la exportación. Esta relación no era nueva en la historia de nuestro país. De hecho con anterioridad a la Segunda Guerra Mundial nuestro país era conocido como el “granero del mundo”, precisamente por sus grandes exportaciones del producto en cuestión.

El mayor volumen exportado respecto del consumo interno, y la conformación de los sectores de la demanda (consumo-molinería y externa-exportadores) hizo que los precios en el mercado mundial sean la principal referencia para el productor argentino. Desde 2002 estos precios ya sufrían un importante descuento como consecuencia de las “retenciones” ya mencionadas. En palabras muy simples de entender, cuando el productor vendía su grano, el comprador le pagaba el precio internacional, menos las “retenciones” y menos los gastos propios del negocio de exportación o en su defecto de la fabricación y comercialización de la harina que se originaba con ese trigo(precio fas teórico ó pleno). De esta manera, la demanda exportadora y el sector molinero competían por la obtención del cereal permitiendo que el productor recibiera como mínimo el “precio pleno” por su producción. Cuando ese precio resultaba elevado superior a la capacidad de pago de la exportación, ésta se retiraba del mercado dejando el producto para la molinería. De esta manera el mercado se “autolimitaba” en materia de exportaciones. Históricamente esto fue así y nunca en la Argentina faltó el pan.

El precio del trigo no determina el precio del pan

Pero el otro tema que no puede soslayarse es la incidencia mínima que tiene el precio del trigo dentro de la composición del precio del pan. El gráfico siguiente es elocuente al respecto.

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En base a los valores vigentes, puede estimarse que un kilo de trigo tiene un precio de 55 centavos, con él se fabrican 750 gramos de harina, cuyo precio es de 75 centavos y que se convierten en 900 gramos de pan, que considerando un precio del pan de $ 7 por kilo, implican un valor de $6,30 por los 900 gramos. Es decir que el precio del kilo de trigo que recibe el productor se multiplica 11 veces cuando le llega al consumidor. Evidentemente el problema no es el precio del trigo que recibe el productor.

El comienzo del “desastre”

Pero esta historia tiene un quiebre en mayo de 2006 cuando el entonces recién asumido Secretario de Comercio Interior Guillermo Moreno decide intervenir en el mercado triguero local debido a que según su entender, el posible incremento de los precios del cereal en el mercado interno como consecuencia de la suba en los precios internacionales iba a repercutir en los índices de precios al consumidor vía el aumento en el precio del pan. Con la excusa de “proteger la mesa de los argentinos” el Secretario de Comercio Interior “ordenó” a los exportadores no pagar más de $370 por tonelada de trigo el mercado interno, y posteriormente cerro las exportaciones del grano.

De todas formas, la exportación se vio beneficiada ya que cuando comenzó a implementarse esta política y de acuerdo a la legislación vigente en aquel momento, si bien se le limitaron las exportaciones de la cosecha 2005/06 (la cual ya había sido embarcada en aproximadamente un 70%) se le facilitó las anotaciones de ventas al exterior de mercadería de la cosecha 2006/07 a un precio muy inferior al vigente en el mercado. Es decir, se le limito el “negocio” de la cosecha 2005/06 pero se le entregó un “negocio compensatorio” para la cosecha 2006/07.

Favoreciendo la concentración

Así fue como se empezó a desarrollar y finalmente se formalizó a través de de los diferentes convenios firmados entre exportación y gobierno, una cuotificación del mercado que se puede hasta catalogar de virtual cartelización. Estos mecanismos, además, favorecieron la concentración, ya que prácticamente imposibilitan el ingreso de nuevos participantes al mercado exportador (recuérdese que quien no firma los acuerdos no puede exportar, y además para poderlo hacerlo en condiciones apropiadas hay que pagar las retenciones de manera anticipada). De esta manera 7 empresas (6 multinacionales) consolidaron una participación del 90% en el mercado de exportación. Por otra parte la cantidad de trabas y exigencias que fueron impuestas al negocio exportador, particularmente a partir de la resolución 543, le dieron al sector exportador los “argumentos suficientes” para justificar el excesivo descuento que efectúan en el precio de compra a los productores, permitiéndoles, en consecuencia maximizar sus beneficios. No hay que olvidar que toda “incertidumbre” que se vuelque al negocio “exportador” de descuenta del precio que recibe el productor.

El “agregado de valor” y el “negocio” de la industria molinera

En cuanto a la supuesta ventaja que genera la exportación de valor agregado, cabe mencionar que en el caso del trigo argentino no es lo que ocurre en la realidad. La mayor exportación de harina de trigo (agregado de valor al trigo), solo ha traído importantes beneficios adicionales a la industria molinera y nada de ello se ha derramado a los sectores que aportan la materia prima, es decir los productores.

En concreto, al evitar la competencia entre exportación y molinería, cerrando las exportaciones, la molinería queda “dueña” del mercado, de manera que termina pagando precios muy inferiores a la paridad internacional del trigo y aun mas inferiores cuando se trata de calcular la paridad del trigo sobre la base de la exportación de harina. Pero este no es el único beneficio del cual se apropia la industria molinera. La propia existencia de los derechos de exportación es un elemento que deprime los valores internos y por consiguiente actúa como un subsidio, en este caso para la industria. Este es un aspecto muy importante a tener en cuenta. Cuando se imponen derechos de exportación a los productos cuyo precio de mercado está determinado por el mercado internacional, el derecho de exportación actúa también como un subsidio a quienes consumen el mismo producto en el mercado local. En teoría este beneficio debiera ser trasladado al consumidor final del producto que en este caso sería el consumidor de los productos derivados de la harina, es decir el pan, las galletitas, las facturas, los fideos, etc. Si vemos la evolución de los precios al consumidor de estos productos observamos que claramente tampoco esta “teoría” se cumplió. El ejemplo que muestra el gráfico siguiente con la evolución comparativa entre el precio del pan y el precio del trigo es una muestra suficiente de lo señalado.

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Por otra parte, la industria molinera, ha sido el sector agroindustrial que mayores beneficios ha recibido vía el sistema de “compensaciones” creado por el Gobierno Nacional en enero de 2007. Recuérdese que este sistema originalmente fue diseñado con la recaudación proveniente del aumento de 4 puntos en los derechos de exportación de la soja que pasó, en aquel momento del 23,5 al 27,5%. Ese fondo supuestamente era para compensar a los productores de trigo que por las distorsiones provocadas en el mercado como consecuencia de la intervención oficial ya en ese momento recibían mucho menos de lo que correspondía por el cereal. El gráfico muestra quienes en realidad fueron los sectores más beneficiados por las compensaciones y a qué lugar quedaron relegados los productores trigueros.

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Pero, además si se compara lo que el Estado “devolvió” vía compensaciones y lo que el Estado cobró desde el retorno de las retenciones en el 2002, el resultado exime de adjetivaciones:

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En cuanto a la potencialidad del crecimiento de las exportaciones de harina de trigo, el mismo resulta muy acotado ya que el mercado mundial de harina de trigo involucra volúmenes menores. Mientras en el mercado mundial de trigo se negocian 120 millones de toneladas, el de harina de trigo apenas llega a 10 millones de toneladas. De hecho durante el año 2009 y, a pesar de tener la industria molinera todo el “apoyo” de la política gubernamental las exportaciones de harina de trigo cayeron un 50% en términos de valor. Siguiendo con la misma relación puede mencionarse que en los pasados tres años nuestro país perdió exportaciones por más de 3.000 millones de dólares de trigo para “conseguir” menos de 1.000 millones de dólares por las exportaciones de harina.

Cuatro años de fracasos

En definitiva, cuatro años después de implementada esta política tendiente a “proteger la mesa de los argentinos” y favorecer el “agregado de valor” los resultados están a la vista. La producción de trigo cayó un 60%; las exportaciones de trigo cayeron un 80%; la participación argentina en el mercado mundial se redujo a su nivel mínimo y seguimos con una industria molinera, que a pesar de todos los apoyos recibidos, sigue argumentando que tiene serias limitaciones financieras, o que no tiene suficiente capacidad de almacenaje. Este fracaso en la política triguera, ahora si pone en serio riesgo el abastecimiento interno del producto.

La distorsión de los mercados, herramienta de destrucción de la producción

La implementación de esta política comercial de parte del Estado Nacional, generó una fuerte distorsión en el mercado local, cuyos valores comenzaron a estar muy por debajo de la verdadera capacidad de pago de los compradores (precio pleno).

En el siguiente gráfico se demuestra el diferencial existente entre el denominado FAS TEORICO (precio pleno) y el valor efectivamente pagado por los compradores.

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Las consecuencias de esta situación fue que, en la práctica, los productores trigueros sufrieron un descuento mucho mayor al de las “retenciones” tal como se demuestra en el resumen siguiente:

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La política del “parche” ó cambios “gatopardistas”

Algo que es importante destacar, es que las autoridades nacionales tienen pleno conocimiento de esta problemática ya que desde el mismo momento de implementar las normas que le dieron origen supuestamente han intentado corregir estas distorsiones con mecanismos que han sido ineficientes para el objetivo para el que fueron creados y por el contrario, en muchos casos han profundizado tales falencias. Dentro de estas supuestas “correcciones” pueden citarse el programa trigo plus (por cada millón de toneladas más de trigo que se produzca por sobre 15 millones de toneladas, 1 punto menos de retenciones), sucesivos acuerdos entre el gobierno, los exportadores y la molinería para que ambos sectores paguen el precio pleno al productor , acuerdos que nunca fueron respetados y el último anuncio hecho por la presidente en setiembre respecto a la devolución de las retenciones a los productores de hasta 800 toneladas de trigo. A la fecha no se implementó.

Los productores más indefensos fueron los más perjudicados

En la campaña 2009/10 la Argentina sembró con trigo la menor superficie sembrada de su historia. La estadística de siembra por zonas muestra claramente como en aquellos lugares en que los productores tuvieron otras alternativas dejaron de lado el trigo para pasarse a esas alternativas y en áreas en donde sólo el trigo es la alternativa muchos campos quedaron sin cultivo.

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En este contexto, nuestro país perdió participación en el mercado mundial de trigo. El tradicional “granero del mundo” hoy produce la tercera parte del trigo que produce Pakistán. Su participación en el mercado mundial como exportador pasó del 10% en 2007/08 a sólo el 1% (según disponibilidad exportable de cosecha) en 2009/10.

Producir para el Estado y sus amigos

Pero el problema no termina en el trigo, ya que se extiende a todos los principales productos de la agricultura. Las distorsiones que se registran en el mercado en razón de la “mala intervención” del Estado hoy afectan a todos los granos.

Una vez más el análisis puede empezar por los derechos de exportación, aunque reiterando que no es la única cuestión. Sin embargo como consecuencia de ellas el sector productivo nacional recibe hoy menos ingresos en términos de toneladas que los recibidos en el 2001. En síntesis el crecimiento productivo de la década del 2000 solo sirvió para compensar la pérdida de ingresos sufrida por la existencia de las retenciones.

Tal como puede apreciarse de los 68 millones de toneladas producidas en 2001, los productores recibían el equivalente en “bruto” a 66 millones de toneladas ya que 2 millones iban a pagar las retenciones existentes en aquél momento que eran de 3,5% para las exportaciones de soja y girasol sin procesar. A partir de ese año y con la reimplantación de las retenciones de la manera descripta en puntos anteriores, sólo volvieron a recibir 66 millones de toneladas en el 2007 pero con una producción que llegó al récord de 95 millones de toneladas.

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La famosa “resdistribución” – Como se aplica en el campo

Por cada hectárea de trigo que se produce, con un rendimiento promedio de 3.000 kgs. por hectárea, el productor se queda con un eventual beneficio de 42 dólares por hectárea, mientras que la distorsión del mercado provocada por la intervención oficial hace que deje de recibir 51 dólares por hectárea que quedan fundamentalmente en la molinería y/o exportación y que se suman al beneficio habitual que estas actividades tienen. El estado recauda 159 dólares por hectárea (sólo por la mercadería que se exporta) y cuando esa mercadería va a consumo interno, gran parte de esa quita se la queda la industria molinera.

Otra forma de demostrar que el proceso destructivo de los mercados iniciado por la administración Kirchner, no ha sido en beneficio de los más necesitados, son las transferencias desde el sector productivo hacia los sectores más concentrados y fuertes de la estructura comercial granaría en la cosecha 2009/10. Actualmente en todos los productos existen grandes diferencias entre los precios que deberían recibir los productores y los que efectivamente le son pagados por los compradores, esas diferencias se pueden estimar en un recorte de 2.759 millones de dólares en los ingresos de los productores que se suman a los 7.234 millones de dólares que se les descuenta en concepto de retenciones. Son, por otra parte 2.759 millones de dólares que van a sumar a las ganancias habituales de las empresas exportadoras y/o industriales.

Desaparecen más productores que en la década del 90

La continuidad de esta política agropecuaria determinará una continua desaparición de productores. El cuadro siguiente es ilustrativo al respecto. Según los datos de los diferentes censos efectuados por el INDEC, entre 1988 y el 2002, desparecieron 87.688 productores, es decir un promedio de 6.263 por año. Entre 2002 y 2008, desaparecieron 59.856 productores, es decir 9.976 productores por año, un 60% más que en la “nefasta” década de los 90. Por supuesto los campos son cada vez mas grandes.

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Trabajo realizado por el consultor Carlos Etchepare para La Nacion.

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